EL CORREO EN CHILE DURANTE EL SIGLO XIX
En el siglo XIX, durante la República, el sistema de correo
era muy precario en su funcionamiento, ya que no se contaba con recursos
suficientes para mejorarlo y su pequeña población tampoco lo exigía. Se cuenta
que por entonces la valija a Valparaíso transportaba apenas diez cartas al mes.
Fue necesario que la población del país creciese y el territorio aumentara sus riquezas
para que el Servicio de Correos de Chile se desarrollara.El 26 de septiembre de
1841, a ocho días de asumir el mando el presidente Manuel Bulnes, se hizo una
gran celebración en lo que es hoy el edificio del Correo Central, entonces Casa
de los Presidentes y sede de los cuatro ministerios. Los patios también fueron
habilitados como salones.
Cuentan los cronistas que “en un cuadro hecho grabar por Gay
y en los historiadores (Barros Arana, Encina, Agustín Edwards y otros) hállanse
los detalles de la lujosa presentación en los numerosos salones con espejos y
arañas de luces, banderas y medallones con inscripciones. También se encuentra
muy divulgada la lista de los numerosos platos y bebidas de la cena, de los
dulces y confites, de los cinco mil vasos de helados. No extraña aquella
abundancia, pues era justo dar de comer y beber en proporción a esos 2.200
invitados desde las 9:30 de la noche hasta las 6 de la mañana”. Todo se inició
con un hermoso coro del Himno Nacional, luego vinieron las contradanzas
alternando con cuadrillas y valses. Los salones principales estaban divididos
en secciones para las contradanzas y nadie podía bailar sin adquirir antes un
número con el bastonero. Los invitados pasaban a la mesa de la cena en grupos de
260 y todo estaba cuidadosamente controlado. Había sastres, mozos, perfumes,
vestidos, peluqueras, flores, adornos, zapatos de repuesto para solucionar cualquier
percance propio del vértigo dela fiesta. “A la luz de la mañana y al apagarse la
última cuadrilla, acaso de Mozart, o el último vals, tal vez uno del viejo
Strauss, el Mariscal de Ancach y su esposa, la señora Delfina Pinto de Bulnes,
despedían a sus millares de invitados”. Así fue como culminó la última gran
fiesta en el antiguo Palacio de los Presidentes de Chile.Cuenta la crónica de la
época que para el año 1843, la correspondencia entre Santiago y Valparaíso fue
el primer paso en la organización del servicio postal. Para realizar este
esfuerzo se había tenido que mejorar el camino con el fin de que los empresarios
de coches pudieran realizar el viaje a diario. El arreglo de la carretera en el
verano de ese año generó dificultades, ya que cuando los trabajos estaban en plena
actividad, llegó hasta los camineros la noticia del incendio, que en esos días había
destruido en Valparaíso muchos establecimientos comerciales, además de la imprenta
de “El Mercurio”. El rumor de que se necesitaban trabajadores para la reconstrucción
del lugar, amenazó con producir la deserción en masa de los jornaleros de la
carretera. El contratista, en una actitud de temple, para sujetar a sus obreros
realizó la primera alza colectiva de salarios de que se tiene historia,
logrando así dejar la vía expedita en poco tiempo para permitir el paso diario
de coches, lo que generaría luego un servicio de correo cotidiano. Los viajes
en esos tiempos eran arduos y penosos. El carruaje que viajaba entre San
Fernando y Santiago cambiaba siete veces de postillón, y aún así no lograba
cumplir su trayecto en menos de 22 horas. El correo tenía mayor seguridad al
viajar en coches que cuando viajaba con un hombre a caballo, ya que era muy
difícil manejar a aquellos empleados y sus animales. Se cuenta que años antes
el jefe de correos había reprendido seriamente a un mayordomo de fundo y contratista
del servicio postal a quien sorprendió utilizando el personal y los caballos de
los mensajes en faenas agrícolas. Esto lo vino a descubrir después de recibir
muchos reclamos de personas que habían recibido después de las cosechas cartas
que les habían enviado meses antes.
Cuenta el historiador Dinamarca que “en esa época, el Primer
Mandatario, Manuel Bulnes, trasladó la sede de la Presidencia a la Casa de
Moneda, y la antigua casona de losgobernadores fue entregada al servicio postal
convirtiéndose en su sede central. Poco después, el correo se trasladó al
edificio contiguo, que había ocupado la Intendencia santiaguina, la antigua Real
Audiencia, actual Museo Histórico Nacional”.
Ocurría en aquellos tiempos que la llegada y salida de los
correos desde la Plaza de Armas se convertía en un espectáculo muy atractivo
para la población capitalina, que acudía apresenciar el dinámico ceremonial.El
país comienza a avanzar en diversas áreas y su manifiesto crecimiento puede observarse
durante el gobierno de Manuel Montt (1851-1861), y es entonces cuando nace el
correo moderno en Chile, que dependerá directamente del Ministerio del Interior
y de la Presidencia de la República. En 1852 se dicta la Ley Postal, cuyo
objetivo fundamental era congregar en un solo cuerpo legal
todas las disposiciones y reglas que se aplicaban en el territorio desde hacía
más de un siglo.Por medio de esta ordenanza se diferenciaron claramente tres
sistemas de tarifas: urbanas, suburbanas e internacionales. También, desde
entonces todas las oficinas postales del país quedaron bajo la dirección del
Correo de Santiago. Se ordenó el franqueo previo de la correspondencia a través
de “estampas de correos”, ya que las estampillas no existían entonces en Chile,
aunque cinco meses más tarde revolucionaron los servicios postales con su
arribo. Al interior de esa ley se ratificaban además los acuerdos suscritos en
los congresos postales sudamericanos, que se habían llevado a cabo en 1838 en
la ciudad de Bogotá, y en 1848 en Lima.William Wheelwright, un destacado
ingeniero norteamericano instaló en Chile el sistema de telégrafo eléctrico,
gracias al financiamiento del gobierno, que estaba interesado en continuar con
la modernización del país. Wheelwright introdujo en Chile grandes adelantos,
como la navegación a vapor y el alumbrado a gas. Fue así como el telégrafo
chileno pudo convertirse en el primero que transmitió mensajes en América
Latina. El tendido de la primera línea que unía Santiago y Valparaíso se hizo
durante el gobierno de Manuel Montt.
Esa primera transmisión telegráfica que se hizo en Chile fue
la de un mensaje del presidente don Manuel Montt desde un hotel de Valparaíso a
la casa ubicada al frente, o sea, a través de un alambre de poco más de 15
metros. Nacía así el telé-grafo en la América del Sur en marzo de 1852. Cuenta
la crónica que “el privilegio para explotar el invento de Morse se había concedido
a Wheelwright, ya que tenía el del riel entre Santiago y Valparaíso. El 25 de
febrero de 1852 se firmaba un convenio entre la empresa constructora del
ferrocarril y los técnicos Gilis T. Brockertt y Teodoro Conneau por el cual
éstos se comprometían a tender la línea telegráfica a la capital, vía
Casablanca, en el término de seis meses y por un pago de 35 mil pesos”.
En el año 1853, gracias a un decreto, se dispuso el uso de
buzones postales. Datos de la época dan cuenta del origen de los primeros buzones
que fueron utilizados en el país. En principio llegaron desde Alemania y Francia,
pero luego comenzaron a fabricarse en maestranzas nacionales. Y fue en el mes
de abril de ese mismo año cuando comenzó a usarse de manera oficial la estampilla,
y su pago debía hacerse efectivo por el remitente. Los primeros sellos que
llegaron al país fueron grabados y estampados en Inglaterra. El primer gran
envío, depositado en la Tesorería de Santiago, incluía 299.920 estampillas
rojas, de cinco centavos, y 200.160 azules, de diez centavos.
Los buzones en Santiago y Valparaíso aparecieron en el año
1853, cuando el servicio de transporte y de correos se encontraba organizado con
líneas hacia el norte y sur del país. El buen resultado de los buzones se pudo
apreciar especialmente entre la capital y el puerto, ya que resultaba mucho más
fácil enviar una carta desde puntos apartados de la ciudad sin tener que acercarse
a la oficina principal tan alejada de sus viviendas, y mucho más económico que
utilizar un mensajero especial. Este servicio apareció también en la misma
época en la ciudad de Concepción, ya que en octubre del mismo año corrían las
primeras diligencias para el servicio dentro de la ciudad y también para
Talcahuano.
El 8 de diciembre de 1863, dos mil mujeres perecieron
quemadas en el incendio que consumió el templo de la Compañía, gran parte de
las víctimas pertenecía a la alta sociedad de Santiago y muchas de ellas eran
socias de la congregación de las Hijas de María, institución llena de novenas,
procesiones beatas y frailes. El objeto de la institución consistía en poner a sus
socias en directa comunicación con la Virgen. Para esto estableció en la
iglesia un servicio postal en que los ángeles y arcángeles de la corte
celestial eran los carteros encargados de recoger las peticiones dirigidas a la
Virgen que, misteriosamente y a altas horas de la noche, depositaban sus
atribuladas hijas en el buzón.Ese incendio enlutó a todas las familias de la
aristocracia capitalina y despertó la conciencia ciudadana para crear el Cuerpo
de Bomberos de Santiago.La población de Chile en 1860 llegaba a 1.800.000
habitantes, cifra que en 1870 aumentaría a 2.100.000. En ese momento Santiago apenas
sobrepasaba los 100.000 habitantes. Trece años después de la creación de la
estampilla, en 1853, Chile puso en circulación su primer sello postal. Éste llevaba
la efigie de Colón con un porte de 5 centavos. Las estampillas fueron grabadas
en Londres por Perkins Bacon y Co. Las primeras emisiones de los sellos se
cortaban con tijera ya que venían sin dentar. En 1854, los sellos comenzaron a fabricarse
en Chile por el impresor Gillet, quien usó las planchas inglesas originales. La
imagen de Cristóbal Colón fue elegida como figura única de los sellos postales chilenos
y se mantuvo vigente durante más de medio siglo. Los primeros 80 sellos de
cinco centavos fueron destinados por la administración de correos al franqueo de
una circular emitida a las oficinas postales para enseñar a los funcionarios acerca
de su uso. A pesar de esta verdadera campaña comunicacional de la época, el
tráfico postal disminuyó en gran medida, en un comienzo debido a la confusión de
empleados y usuarios con el antiguo sistema en donde el pago del envío debía
solventarlo el receptor de la correspondencia, escrito a mano en la cubierta
del sobre El gran problema era el alto analfabetismo que existía aún en el
país, aunque se cuenta que había escritores de cartas, que cumplían con ese
oficio por muy pocas monedas, y ayudaban con su caligrafía a redactar misivas de
diversos tipos para satisfacer las necesidades de sus usuarios, por asuntos de
trabajo, penas de amor, despedidas, anuncios de viaje o rigores del duelo. Cuando
Chile ingresó a la Unión Postal Universal, U.P.U., fueron clausurados de manera
oficial todos los servicios extranjeros. Correos continúa con su proceso de
desarrollo y en 1854 se dicta una ley que crea el cargo de Director General de Correos,
con lo cual serían centralizadas todas las comunicaciones en una sola institución
jerárquica. El puesto fue asumido por Francisco Solano Astaburuaga, economista,
abogado y geógrafo, quien se mantuvo en el cargo hasta 1869. Solano fue además
político, ministro y diplomático en Estados Unidos y otros países. Entre sus obras
se cuentan “Los jeroglíficos en la Isla de Pascua” y el “Diccionario Geográfico de
Chile”. Solano había estudiado en el extranjero el funcionamiento de las
comunicaciones postales, y fue así como pudo aportar al país la “Ordenanza
General de Correos de Chile”, su obra fundamental. El correo siempre tuvo como
idea central cubrir todas las zonas del país, aun las más lejanas o de poblaciones
pequeñas, hecho que no se había producido ni entonces ni ahora por parte de los
servicios particulares. Para el correo chileno no era posible contar con
oficinas y trabajadores postales que estuviesen permanentemente en todos los
pueblos, y para resolver esa necesidad se creó un servicio especial de
“estafetas”, que eran personas seleccionadas entre los vecinos, elegidos por su
honestidad y por el respeto del que eran poseedores, y también por su lugar de
residencia, que ellos mismos cedían para que funcionasen como oficinas postales.
Eduard Poeppig, en su libro “Un testigo de la alborada de
Chile” (1826-1829), se refiere al correo diciendo que se suspende, entre Santa
Rosa de Los Andes y Mendoza, “en los peores meses del año, pese a la labor de
arrieros `seguros y resistentes´. A veces hay que lamentar el desbarrancamiento
de las mulas, pues las empinadas laderas se cubren con una capa uniforme de nieve
helada, tan lisa como los techos de iglesias góticas, y si se resbala en ellas una
mula, rueda hasta el fondo del precipicio, siendo doblemente sensible si llega
allá con vida, pues es incapaz de subir de nuevo a la altura, teniendo que sufrir
una terrible muerte por hambre”. Otra historia que refiere Poeppig muestra cómo,
en 1828, naufragó un buque inglés que se dirigía de Nueva de Gales del Sur a
Valparaíso, y ello ocurrió en la desembocadura del Imperial (el “Cautén” de los
indígenas). Los araucanos los asaltaron robando cuanto poseían y trataron de
asesinar a los tripulantes, pero un blanco que pasaba por allí amenazó a los
nativos con “una sangrienta venganza de la República”. Así lograron escapar con
vida y llegar a Concepción ¿Quién era ese blanco, hombre de bien? Poeppig lo
dice: “Era el correo que el gobierno envía una vez al mes desde Concepción a
Valdivia y Chiloé, de acuerdo con un convenio celebrado con los indígenas. El
sistema de correos está más o menos bien organizado en Chile, pues existe el
transporte de la correspondencia por tierra, en línea casi recta, entre Copiapó
y Chiloé, y gracias al incremento amigos.
Así, la acción de un inglés inició este nuevo intercambio postal. Era innegable
que el tráfico postal había logrado instalarse en el mundo demostrando ser una fórmula
efectiva para permitir el crecimiento de amplios sectores de la sociedad. Pero
había llegado el momento —y la experiencia adquirida lo avalaba— de dotar a correos
de una institucionalidad propia, y con esta idea las autoridades replantearon el
servicio postal a través de la creación de una Ordenanza General de Correos.
Juan Miguel Riesco y Astaburuaga trabajó junto a equipos de expertos en la creación
de un anteproyecto para presentar al gobierno, y en 1857 éste fue enviado al
Congreso. El cuerpo legal fue aprobado y entró en vigencia en 1858. Una disposición
de esta ley expresaba que el correo debía ser el más eficiente sistema para
transportar la información y la cultura; ahora, el correo chileno disponía de
un ordenamiento legal que recogía toda la práctica y conocimiento de los siglos
anteriores y pasaba a constituirse en una de las instituciones más importantes
del Estado.La Ordenanza funde los correos y el telé-grafo, de tal manera que
todas las oficinas del telégrafo empiezan a depender de la administración del
área postal. Toda la legislación sobre relaciones laborales se compila para
redactar un documento que será precursor del Estatuto Funcionario. En ese
momento se definen además las tarifas postales y telegráficas. La Ordenanza del
comercio se ha logrado que durante el verano sea despachado cada dos semanas un
correo de Santa Rosa a Mendoza y Buenos Aires, que hace el viaje también en invierno,
en cuanto lo permite la nieve. No existe, sin embargo, ninguna clase de
despacho de correspondencia en el sentido lateral de la gran ruta descrita”.En
la navidad de 1871 se distribuyeron por primera vez en Chile tarjetas de
Navidad y Año Nuevo. Se imprimieron seis mil, pero pronto debieron encargarse
más. Fue el invento en 1844 de W. E. Dobson, de la Royal Academy, quien
recibió, ese año, un obsequio postal enviado por un amigo. Para retribuir esa
atención dibujó en una cartulina de Bristol una escena familiar en donde se
veía a un grupo cenando el pavo tradicional de la celebración. A la Navidad
siguiente, el destinatario hizo imprimir el dibujo de Dobson y lo envió a sus General
de 1858 es el documento histórico más importante en el área de las
comunicaciones postales del territorio nacional y se convierte en el eje de la
historia del correo chileno.Un hito muy importante, en cuanto a la ampliación
del rango de usuarios cubierto hasta el momento, se produce durante los gobiernos
de Montt, Pérez y Errázuriz, entre 1851 y 1876, cuando se descentralizó el
servicio postal extendiéndolo hacia los barrios más humildes, desde donde
comenzaban a surgir nuevos usuarios del servicio. Eran aquellas personas que
estaban aprendiendo a leer y escribir y optaban ahora por acceder a la
comunicación escrita. Cabe señalar que las instituciones del Estado estaban
preocupadas de apoyar la alfabetización de estos sectores de la población, así
como de la instrucción primaria, pero debe considerarse que las sociedades y
uniones mutualistas de trabajadores cumplían aquí un papel muy destacado, demostrando
un espíritu y conciencia solidaria que auguraba un porvenir de mayor cultura para
la población.Cuenta don Manuel Dinamarca que en ese momento “Santiago fue
cubierto con una red de buzones urbanos en los cuales había inscripciones de
los horarios en que se retiraba la correspondencia y, además, pequeños carteles
invitando a la gente del pueblo a comunicarse mediante una carta. Incluso los
cerebros de la publicidad postal fueron más lejos y, para estimular la necesidad
de escribir, rebajaron las tarifas y eliminaron el cobro de los carteros”. Aun así,
no faltaban a veces los espíritus destructores, acerca de los que tanto
escribió Joaquín Edwards Bello, y que abundan en nuestro país, que en cuanto
observaron la presencia de estos singulares buzones, más de alguno optó por
lanzar en su interior un fósforo encendido para luego ocultarse tras la sombra.
El 6 de agosto de 1862, la Ley de ferrocarriles obliga a toda empresa
ferroviaria a conducir gratuitamente las valijas de correspondencia, al
empleado de correos y a los estafeteros que la renta de correos creyera
conveniente establecer en las líneas de ferrocarril. Se diseñaron marcas y
timbres para señalar el hecho de que se transportarían por esta vía, las que al
parecer eran aplicadas al primer sobre de la carga de correspondencia, ya que
estas primeras marcas son bastante escasas. Posteriormente comenzaron a usarse
matasellos con fecha, los que eran puestos sobre las cartas por los empleados de
correos, mientras iban en los vagones de ferrocarriles clasificando la
correspondencia.El 19 de octubre de 1867, apareció en el diario “El Meteoro”,
de la ciudad de Los Ángeles, un artículo escrito por el periodista Ruiz Aldea
titulado “Cualidades personales”, donde el humor y la crítica siempre certera
sorprende: “Finja que tiene mucha correspondencia y que por todos los correos
le escriben varios sujetos sobre diferentes asuntos; así es que cuando por casualidad
reciba alguna carta, váyase leyéndola por la calle, haga ademanes, gesticule,
pronuncie algunas palabras en voz alta para que las oigan los transeúntes y se
pierdan en conjeturas acerca de su sentido. Si nadie le escribe, lo que en verdad
es muy cierto, bastará con que se eche al bolsillo cualquier papel viejo,
aunque sea el forro de los diarios, y salga del correo haciendo las mismas pantomimas
y diciendo a todo el mundo: “Hombre, se confirman las noticias, acabo de recibir
carta del ministro”.Los nuevos servicios postales que aparecieron en el mundo
en el siglo XIX, surgieron como respuesta a la necesidad de los usuarios para los
cuales ya no sólo era vital enviar mensajes de la forma más veloz posible, sino
que ahora una nueva prestación exigía entrar en escena para resolver el despacho
urgente de dinero. Nace así, en Chile, el giro postal, servicio promulgado en
1868, mediante un Decreto dictado por iniciativa del ministro Miguel Luis Amuná
tegui. Estas nuevas prestaciones incluían, además de los giros postales, los
reembolsos de dinero, la venta de libros, periódicos y obras de arte, las
letras de cambio y la apertura y administración de cuentas de ahorro.El escritor
chileno Oreste Plath cita el manual “Pensamientos para postales y versos amorosos”,
el que permitía que los galanes de pocas luces usaran pensamientos ajenos para
saludar a sus enamoradas. Y la nostalgia comienza a velar el verdadero rostro
de las viejas navidades criollas, que no fueron ni tan alegres ni tan graciosas.
Un diario de 1872 lamenta: “Nada nuevo, nada de hermoso, nada que pudiera recrear
la vista se encontraba en esa gran hilera de ventas. Aquí el cabo de una vela
de sebo colocado en un extremo de un palo, trataba de alumbrar una mesa coja
que sostenía algunas frutas y que estaba rodeada de hombres o mujeres tendidos
en el suelo; más allá una fonda, para que no creyeran los parroquianos que no
había alfombrado y que sólo no se ponía por encontrar mejor el suelo raso. Un
pedazo de colcha cubría la entrada”.De gran importancia fue el papel que cumplió
el correo durante el gobierno de Aníbal Pinto (1876-1881), cuando comenzó la
Guerra del Pacifico, ya que el telégrafo, junto a los cables y la
correspondencia informaban acerca de las confrontaciones y las actividades
militares, políticas y económicas de la contienda. Cuenta el historiador Dinamarca
que “la rueda alada en los uniformes fue el distintivo de los hombres del
correo. En un hombro portaban la mochila con la correspondencia, y en el otro, la
carabina para combatir y defender los envíos postales. Más de alguna vez, y debido
a su nivel cultural, mejor que el de la mayoría de la población, a estos sacrifi-cados
hombres les cupo la responsabilidad de oficiar de corresponsales de guerra”.En
ese momento, los trabajadores postales eran reclutados y movilizados junto con las
tropas hacia el frente, en puestos de gran riesgo y también en la retaguardia. Cabe
destacar que tanto las postas como las oficinas de correo eran dispuestas simultáneamente
con la ocupación de las tropas colaborando con las fuerzas militares y marcando
soberanía en los territorios ocupados. Desde la Guerra de la Independencia, los
trabajadores del correo llevaban uniformes semimilitares, y esta característica
se acentuó durante la Guerra del Pacífico.En 1882, el arquitecto señor Ricardo
Brown cumplió con la tarea de levantar el primer edificio propio de la empresa
postal de Chile, aprovechando muros restantes diseñó los planos de un inmueble
de dos pisos al estilo neoclásico, con dos columnas a cada lado de la entrada
principal y una fachada lisa.La relación del correo chileno y los correos del
resto del mundo ha sido permanente, y de la misma manera ha estado ligada a la
Unión Postal Universal. Cuando se realizó, en 1878 en París, el Segundo
Congreso, Chile fue representado por el escritor y diplomático Alberto Blest
Gana, quien elevó la solicitud de ingreso a la entidad internacional. Posteriormente,
el Congreso chileno estudiaría sus normas constitucionales. En el ingreso a la
U.P.U. del correo chileno hay dos hitos importantes. Uno es de 1880, cuando se
dictó una ley mediante la cual Chile aceptaba las capitulaciones de la Convención
de París y autorizaba al Presidente de la República para que firmara la adhesión
a ella. Y el segundo, se produjo el día 1° de abril de 1881, cuando el
Protocolo fue firmado oficialmente. Desde ese momento Chile pasa a formar parte
del “territorio mundial postal”, y ha estado presente en todos los congresos y
convenciones de la U.P.U. Se destaca también por su participación como
cofundador de la Unión Postal de las Américas y España, UPAE, actual UPAEP por
la incorporación de Portugal, la que se proyectó como la filial continental de
la U.P.U. El intercambio cultural que
comenzó a gestionarse a través del correo, le otorgó a éste un rol de gran
importancia cuando comenzó a circular a través de él la suscripción y distribución
de diarios y revistas. Poco tiempo después los usuarios podrían adquirir incluso
obras literarias a precio de oferta en las oficinas postales. El 27 de mayo de
1884 se publicó una norma que autorizaba la venta de libros de autores nacionales
con un 10% de ganancia para el correo. En mayo de 1887 fueron normalizadas las
disposiciones generales sobre encomiendas en los tiempos modernos por la Unión
Postal Internacional, y desde entonces, Correos de Chile puso en funcionamiento
el sistema, a nivel nacional e internacional.El 31 de marzo de 1889 se fundó la
Sociedad Filatélica de Santiago, entidad que más tarde dio origen a la Sociedad
Filatélica de Chile. En 1892, Chile adhirió al protocolo firmado durante el
Congreso de la U.P.U., lo que se tradujo en un conjunto de cambios para los
servicios postales del país, en su mayoría relacionados con las prestaciones
internacionales como el tráfico postal, giros, transporte, cambio de monedas y
encomiendas.Escribió Dinamarca que “las postrimerías del siglo XIX si no
trajeron el fin del mundo que muchos temieron, significaron para Chile una guerra
civil que concluyó con la muerte del Presidente José Manuel Balmaceda y una
crisis a todo nivel, que también alcanzó los diversos estamentos del correo. Superado
el grave conflicto, y a medida que el orden se reinstauraba en el país, los servicios
postales recuperaban su normal funcionamiento”.En 1876, el primer ferrocarril
de San Rosendo a Angol se termina de construir, y junto a los peones chilenos
trabajaron 400 mapuches. La construcción del puente del Malleco se convierte en
el gran salto que une la zona central con la frontera, inaugurado por Balmaceda
en 1890. Muchas obras públicas fueron realizadas durante la presidencia de
Balmaceda, y entre ellas se encuentra el edificio de Correos y Telégrafos de
Concepción.El puerto de Valparaíso contaba en 1895 con 121.600 habitantes,
cifra que para 1905 ascendía a 162.000, lo que demuestra que en un periodo de
10 años tuvo un aumento del 40% de su población, de la cual 12.000 eran
extranjeros. El 12 de agosto de 1896 el ministro del Interior, don Pedro Montt,
autoriza al Administrador Principal de Correos de Valparaíso para que gire contra
la Tesorería Fiscal 148 pesos para A
pesar de no contar con tarifas reducidas, las tarjetas postales privadas hacen
su aparición en Chile en 1897, traídas desde el extranjero por representantes
austriacos y alemanes. Este hecho motivó a los señores Carlos Brandt y Carlos
Kirsinger, emprendedores extranjeros avecindados en Valparaíso, a interesarse
por editar, publicar e importar sus tarjetas postales, donde destacan imágenes
del Valparaíso urbano y marítimo, la Belle Epoque, el romanticismo, caricaturas,
escenas infantiles, así como impactantes imágenes del terremoto de 1906 que
asoló al puerto, dejando un conmovedor material gráfico como memorial de la
arquitectura, las artes y las costumbres nacionales.En 1898, época de la República
Parlamentaria, durante el gobierno de Federico Errázuriz Echaurren, asumió como
Director de Correos y Telégrafos fusionados Carlos Lira Carrera, importante
personaje que tendría gran trascendencia en la historia de las comunicaciones
postales de Chile. Fue él quien dio a la publicidad valiosas obras sobre la
comunicación postal, escritos que significan un gran aporte en la recuperación de
la memoria histórica de esta entidad. También cuenta como parte de su legado
una colección de leyes, ordenanzas y disposiciones sobre el correo, cuyo
objetivo era capacitar a los trabajadores postales chilenos.El 7 de septiembre
de 1900, se prueba en Chile, en la Escuela Militar, el telégrafo sin la
cancelación de la confección de los timbres y la instalación y pintura de once buzones.
La recolección de la correspondencia era realizada desde los buzones por carteros,
que para 1898 ya sumaban doce funcionarios en Valparaíso. Ellos realizaban
cinco recogidas diarias e igualcantidad de distribuciones de correspondencia a través de
los cerros y el puerto comenzando a las 6 de la mañana.
Edificios de correos de Chile
Constanza fernandez